“Pero todo lo que para mí era ganancia, lo he estimado como pérdida por amor de Cristo.Y aún más, yo estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor, por quien lo he perdido todo, y lo considero como basura a fin de ganar a Cristo.” (Fil. 3:7-8)
Hace unos días conversaba con varios amigos sobre la importancia de la vida de Cristo para nosotros los creyentes. Nos preguntábamos si era necesario que Cristo viviera treinta y tres años para llevar a cabo su obra? Porqué no vino sólo un día y murió en la cruz por nuestros pecados? Que importancia tiene para nosotros la vida de Cristo en la tierra?
Esta es una enseñaza que ha cautivado mi corazón en los últimos meses y una de las que más me emociona de la revelación de Dios. Creo que es sumamente importante para cada uno de nosotros considerar la vida de Cristo en la tierra y todo lo que esta implica para nosotros. Creo que es determinante para cómo vivimos la vida cristiana y cómo nos vemos delante de Dios. Saber que la vida perfecta de Cristo, su obediencia y total sumisión al Padre; su perfecta rectitud y santidad me son contadas a mí delante del Padre es un milagro hermoso que Cristo llevo a cabo a mi favor.
Cuántos creyentes hoy viven bajo el yugo de la auto-rectitud, pensando que por sí mismos pueden complacer a Dios. Piensan que todo lo que Cristo hizo fue pagar por sus pecados en la cruz, para darles ahora la capacidad de obedecer la ley y agradar a Dios haciendo su mejor esfuerzo. Creen que con su propia rectitud, integridad y santidad pueden agradar a Dios, en vez de descansar en todo lo que Cristo es para ellos. Esta forma de vivir la vida cristiana es totalmente contraria a las enseñanzas de las Escrituras, ya que practicamente rechaza a Cristo y gran parte de su obra en nuestro favor. Otros creyentes viven bajo el yugo de la auto-condenación. Siempre están mirando hacia adentro, su mirada no está puesta en Cristo, sino en ellos mismos. Por tanto, sus pecados siempre se ven más grandes que su Salvador. Viven angustiados, pensando que Dios nunca podría aceptarles, y su vida cristiana es miserable. El problema es que está manera de vivir también rechaza de manera pasiva una parte muy importante de lo que Cristo logró a nuestro favor.
Filipenses 3:1-11 es un pasaje tan conocido y citado. Hace poco tiempo note algo en este pasaje que me llamó mucho la atención; algo de lo cual nunca antes me había percatado. El apóstol Pablo dice en los versículos 7-8: “Pero todo lo que para mí era ganancia, lo he estimado como pérdida por amor de Cristo.Y aún más, yo estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor, por quien lo he perdido todo, y lo considero como basura a fin de ganar a Cristo.” Probablemente, como me pasaba a mí, te quedas sólo en estos dos versículos y dices “wow... también yo quiero estimar todas las cosas como basura a cambio de Cristo. Quiero ver mi carro, mi casa, mi profesión y mi dinero como basura a cambio de Cristo” , y no ves todos los demás versos. Todo eso está muy bien, porque de hecho Pablo dice “he estimado 'todas las cosas' como pérdida”. Sin embargo, si haces lo que yo hacía y no miras el contexto en el que están estos dos versículos, vas a pasar por alto la enseñanza principal de Pablo en este pasaje. Es importante notar que estos dos versículos están en el medio de una especia de “sandwich” que nos deja saber específicamente de lo que Pablo está hablando aquí. Tanto en los versículos 6 y 9, justo antes y justo después de los versículos 7 y 8, aparece la palabra clave que nos muestra sobre qué está hablando Pablo. Esta palabra es la palabra “rectitud”, traducida al español en la mayoría de las traducciones como “justicia”. Verso 6 dice: “en cuanto al celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia de la ley, hallado irreprensible.” Aunque sabemos que no lo hacía perfectamente, Pablo era un fiel cumplidor de la ley. De hecho él se llamaba a sí mismo irreprensible en cuanto a las demandas de la ley. Sin embargo, él había entendido que aún esto no era suficiente. Necesitaba algo más que cumplir el 99% de la ley para complacer a Dios y para estar satisfecho. Luego en el versículo 9 Pablo dice: “y ser hallado en El, no teniendo mi propia justicia derivada de la ley, sino la que es por la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios sobre la base de la fe.” Pablo confía en una rectitud que no es suya, una que él mismo no produce; la rectitud de Cristo.
Así que a lo que Pablo se está refiriendo en este pasaje es a su propia rectitud, a su reputación religiosa, a su obediencia, su propia integridad y santidad. Pablo había entendido que con su propia rectitud era imposible agradar a Dios, aún haciendo su mayor esfuerzo por ser bueno, esto no era suficiente. Pablo quería la rectitud que viene de Cristo. Una rectitud que Cristo compró para nosotros a través de su vida perfecta de obediencia al Padre. Una vida de perfecta sumisión y santidad que nos es contada a nuestro favor cuando estamos en Cristo.
No hay nada que podamos hacer para ganar o perder el favor de Dios. El está por nosotros y no contra nosotros (Rom. 8:31). Pensar que podemos complacer a Dios o ganar su favor sobre la base de nuestra propia obediencia y rectitud, es darle la espalda a lo que Cristo hizo por nosotros. Es decirle a Cristo “no gracias... yo puedo sólo. Gracias por capacitarme”. El pecado de auto-rectitud no es más que orgullo contra Dios; es abominable. Tan abominable como cualquier otro pecado, quizás el peor de todos, si fuera posible. De manera que no sólo somos salvos por su muerte, sino que también vivimos en su vida. Ya no vivimos bajo las demandas de la ley, sino bajo Su gracia a través de Su Hijo. Por eso Pablo decía “ya no vivo yo, más ahora vive Cristo en mí” (Gál. 2:20).
Que Dios nos conceda quitar nuestra mirada de nosotros mismos, ponerla en Su Hijo y todo lo que El es para nosotros. Confiemos en la cruz y en su vida a nuestro favor.
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